Desolladores pictos

Los pictos están habituados a la oscuridad, la muerte, los terrenos traicioneros de sus ciénagas y la presencia de depredadores que no se dejan ver hasta que es demasiado tarde. Es por ello que rara vez muestran miedo: han aprendido a convivir con él en uno de los territorios más duros de Britania. Sin embargo, existen seres que son capaces de robarles un escalofrío... quizás porque son capaces también de robarles la piel.

Los desolladores forman parte del lado oculto de la sociedad picta. Son iniciados en total secreto de entre sus guerreros y sus cazadores y nunca revelan su naturaleza, ni siquiera a sus más allegados, ni siquiera cuando les llega la muerte. No obstante, su presencia es fácil de comprobar: cada cierto tiempo, sus macabros trofeos aparecen expuestos junto a las aldeas, en los cruces de caminos, en las fronteras que marcan los territorios de los escotos y los caledonios.

Hay quienes dicen que siguen los designios de adivinos y chamanes, de sus propios maestros en las sombras, que, como algunos depredadores, tienen una función en el duro ecosistema de Pictia: son los encargados no solo de acabar con aquellos que rompen tabúes y alianzas, de aquellos que mancillan el honor de las familias respetables, sino, sobre todo, de escarmentar a los que se creen intocables. Su lenguaje es el miedo y el sigilo, y la impronta que dejan en quienes ven sus obras no se borra nunca. Es por eso que otros creen que son meros monstruos sanguinarios, una suerte de vampiros, y por ello los citan junto a la gran serpiente y a la ponzoñosa araña cuando se quiere dar miedo a los niños que se resisten a irse a dormir.

Sin embargo, los desolladores no se diferencian de los merodeadores pictos habituales hasta que se pierden en los manglares y adoptan su auténtico aspecto. Es cuando, cubiertos sus cuerpos desnudos de cieno, abandonadas sus armas de guerra y caza por las espantosas garras de hierro y sus puñales aserrados, devienen apariciones aterradoras que harán temblar hasta a sus propios hermanos. Se muestran entonces como bestias infernales, sus ojos relucen blancos sobre un fondo de oscuridad, sobre la negritud de un pozo. Se vuelven invisibles en la espesura, entre el follaje de los árboles, bajo el fango o las aguas cenagosas de un estanque, en mitad de las planicies de gramíneas... hasta que su víctima se aproxima demasiado y firma su sentencia de muerte.

En los tiempos de relativa paz de Pictia, los desolladores parecen transformarse en un mito, en un elemento de las leyendas, pero cuando algún extraño osa adentrarse en sus tierras o algún guerrero descarriado cree que puede imponer su voluntad sobre las leyes no escritas de su pueblo, entonces, cualquier amanecer, una piel humana ondeará allí donde todos los que lo necesitan puedan verla.

 

Características especiales

Los desolladores siempre se mueven en formación abierta y se despliegan en combate ocultos con tal pericia que las distancias para detectarlos se reducen a la mitad, lo que facilita las posibles emboscadas. Combaten desnudos, cubiertos de tatuajes y camuflados con fango seco, y suelen usar armas cortas, como cuchillos o una especie particular de zarpas de hierro retorcido, así como filos arrojadizos de tosca factura.

Los desolladores son guerreros con el rasgo berserker, pero en vez de activarse con una orden, lo harán cuando una unidad enemiga se encuentre a la distancia adecuada para emboscarla.